Este fin de semana tuve el placer de documentar una noche muy especial en el Dr. Phillips Center for the Performing Arts, en Orlando, FL. El escenario fue testigo de una explosión de risas y emociones con la presentación de Angelo Colina, comediante venezolano al que no solo admiro profundamente, sino con quien también tengo la dicha de trabajar cada vez que visita Orlando o Tampa.
La comedia es un arte que respeto muchísimo, quizá por las raíces familiares, o la influencia de mis hermanos mayores. Pero más allá del humor, hay algo poderoso en ver a un artista conectar con su público a través de las palabras y la autenticidad. Y eso es lo que hace Angelo cada vez que sube a una tarima: entrega verdad, familia, identidad, y muchas carcajadas.



Para mi su estilo de comedia es elegante y familiar. Es imposible no disfrutarlo. Lo más fascinante es cómo logra hablarle no solo a venezolanos, sino a una comunidad latina en general. Esa noche, el público estaba formado por personas de todas partes: Puerto Rico, República Dominicana, Colombia, México, Venezuela, y más. Un verdadero mosaico de culturas unidas por el humor, que demuestra el poder de la comedia para cruzar fronteras.
Además, @abelardo (Venezuela) y @ramicuba (Cuba) calentaron la sala con su talento. Dos grandes comediantes que supieron preparar el terreno antes de la entrada de Angelo. El ambiente estaba cargado de energía, emoción y ese tipo de alegría que se queda pegada en la piel por días.
 




Como fotógrafo, este tipo de eventos siempre representan un reto: documentar sin interrumpir, capturar sin alterar el momento. Pero este venue fue perfecto. Pude moverme con libertad, sin que mi presencia distrajera al público ni a los artistas. Cada click fue un intento de guardar la esencia de esa noche mágica, una noche donde el arte, la risa y la identidad latina se celebraron por todo lo alto.
Ver a artistas de mi país presentarse en escenarios tan importantes, tan lejos de casa, me llena el corazón. No solo por el orgullo, sino por la certeza de que el talento —cuando es auténtico— no conoce de límites geográficos.